lunes, 19 de septiembre de 2011

Solo un minuto

POR: ANDREA COAGUILA GÓMEZ

Me bastó solo un minuto para darme cuenta de todo, Renato aún seguía irremediablemente enamorado de mí. Habían pasado aproximadamente seis años desde aquel único y último beso, cuatro desde la última vez que hablamos de amor. Fue un veinticinco de septiembre, estaba lloviendo y salimos a pasear en su auto.
Me van a matar si se enteran de esta salida, me lo han dicho mil veces: tú no me quieres, solo me utilizas para salvar tu autoestima, para reírte un poco de todas las idioteces que hago por ti, para no sentirte sola. Sí, Inés, porque, a pesar de que estás con Mario y tienes  un harén de chicos a tu disposición, te sientes sola, sola como nadie en el mundo y solo cuando estás conmigo puedes creer que realmente eres una persona de verdad y no la muñequita detrás del aparador del cuarto de juguetes de una tienda. Porque solo conmigo puedes ser real, porque conmigo puedes respirar y sentirte libre, porque conmigo puedes comer como quieras, con las manos si te apetece. Solo a mí me dices qué te duele realmente las perradas que te hacen tus amigas, tu familia, Mario. Cuando él te dice que podría estar con alguien mejor, que  tú eres muy poca cosa y  no sirves para nada. Tú solo lo miras y te quedas callada, sin intentar contradecir nada. Inés, tú lloras entre mis brazos por lo que te da miedo, ¡lloras como una niña! Dime por qué no quieres quedarte conmigo si conmigo eres realmente  tú.


No puedo quedarme contigo porque no soy para ti. Sé qué me vas a decir, es lo de siempre: no soy yo, eres tú. Lo que dicen todas las personas que no quieren lastimar a alguien, pero esta vez es en serio, no puedo estar contigo porque no sabes nada de mi vida hace más de dos años, desde tu cumpleaños cuando nos dimos un beso. Desapareciste de mi vida y no has vuelto hasta esta tarde. Mario ya no me trata mal, por fin decidí terminar esa relación tormentosa, ya no tengo un harén de hombres  a mi lado, ya no soy frágil como una niña, ya no soy una muñeca. La vida me ha tratado mal, desde que te fuiste no he parado de caerme sin poder levantarme, hasta ahora. Hace apenas unos  meses que conocí a un chico, no es un ángel como tú, pero es bueno, por eso simplemente no puedo estar contigo. Tal vez no esté enamorada de él, pero tengo que decirte algo, no quería que te enteres así, en serio quería que fuera distinto, tal vez que fuera contigo,  pero… cómo decírtelo. Si quieres saber si lo amo, no, no lo amo, pero volviste muy tarde, te busqué, te llamé, y nunca más supe nada de ti. Es cierto, te dije que no una y mil veces, pero cuando me di cuenta de lo que sentía desapareciste. Mi vida cambio mucho y tuve que resignarme a vivir sin ti, pensé que nunca más te vería, así que decidí darme una oportunidad con este chico, después de todo él no es tan malo como Mario y tiene plata para poder mantener a nuestro hijo.
Al decir esta última frase mire su rostro desencajado, intentando comprender lo que acababa de decirle, no podía dar marcha atrás, no podía tapar el sol con un dedo.
Ya que  como no todo sale como lo imaginas, como lo planeas, no llegué virgen al matrimonio. Después de haber ido a una fiesta y bebido bastante sucedió lo que tenía que pasar y ahora tengo cuatro meses de embarazo. No se me nota mucho, por eso me casaré la próxima semana, lo siento volviste muy tarde.
Inés no me digas esto, destrozas mi corazón. No te cases, quédate  conmigo. Yo puedo ser el papá de tu hijito o hijita. Sé que no tengo plata, pero puedo trabajar, puedo hacer lo que sea por ti, vámonos  lejos, por favor, vámonos, ¡no quiero perderte¡
Las lágrimas brotaban de sus ojos como nunca, pero decidí no irme con él. Me casé, nació mi bebé, lo llamé como él: Renato. No supe nada más de él, hasta esta tarde.
 Le abrí la puerta de mi casa, se sentó a mi lado como si nada pasara, me dijo que por fin había podido olvidarme y que podíamos ser amigos. Lo abracé  y me sentí de nuevo una niña a su lado. Preguntó el nombre de mi hijito y le respondí con una sonrisa enorme: no he faltado a nuestra promesa, se llama como tú. Me miró y me dijo: Inés,  he venido aquí intentando disimular el amor que te tengo. He venido aquí porque a pesar de todo este tiempo no te he olvidado, eres la mujer de mi vida.
No era necesario que me dijera nada, me bastó solo un minuto darme cuenta de todo, Renato aún seguía irremediablemente enamorado de mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario